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Cuantas veces hemos oído la expresión: “la primera impresión es la que queda” Yo estos días he estado pensando sobre ello, mientras descubría Tokio por primera vez (también Japón).
El día que dejaba Pekín de camino al aeropuerto el taxista me hacía las preguntas habituales: ¿De dónde eres? Y ¿Cuánto tiempo llevas en China? A la primera pregunta, como también es habitual, tuve que explicarle dónde está y qué se habla. La referencia de Francia al norte fue suficiente para indicarle la situación geográfica, después tuve que aclararle que allí no hablamos francés sino español. Al contestarle la segunda pregunta me di cuenta que son dos años el tiempo que hace que llegué a Beijing.
La renovación de mi visado, que me permite una estancia máxima continuada en China de 3 meses, y un poco de trabajo me traían a tierras Niponas. La primera noche, mientras cenaba en el puesto del simpático Aoky unas brochetas de pollo con verduras (Yakitori) pensaba que las impresiones que te llevas durante las primeras horas y días en un nuevo sitio son únicas. Una segunda, tercera o cuarta ocasión que lo pudieras visitar, nunca volverían a ser igual.
Una de las cosas que más me han impresionado de Tokio es la limpieza. Desde que aterricé en el aeropuerto de Narita a 60 Km del centro de Tokio hasta que me senté en la mesa de Aoky, después de viajar primero en tren y después en metro, así como de caminar por las calles del barrio donde me hospede (Asakusa) todo estaba escrupulosamente limpio. También me llamó la atención el respeto de los japoneses cumpliendo las normas tales como cruzar los semáforos (incluidos peatones y bicicletas), fumando sólo en las zonas designadas (de la calle), haciendo colas, etc. Todo ello hace que Tokio, con 12 millones de habitantes (4 veces Madrid y también ciudad candidata a las olimpiadas de 2016) funcione relativamente bien y no haya la sensación de caos que si existe en otras grandes ciudades.
Claro que todo tiene sus inconvenientes. El pasado sábado mientras conversaba con Tomo (un amigo Japonés que había conocido años atrás en Londres) me decía que le apetecía salir a vivir al extranjero de nuevo. Parece ser que este orden y cumplimiento de las normas le hacían una vida agradable fuera de la oficina, pero no tanto dentro de ella, donde la regulación excesiva parece que no deja demasiado espacio a la flexibilidad y creatividad.
Yo creía que tenía muy clara mi primera impresión, pero después de hablar con Tomo me ha dado por pensar un poco más y creo que voy a intentar rascar las primeras impresiones para asegurarme que no me den gato por liebre…